El movimiento cultural Amanecer 31 busca a los familiares con vida del aguileño José García Hernández, fallecido en 1938 en el Hospital Militar de Prisioneros de Guerra de Guernika.
Se ha tenido conocimiento de su defunción gracias a la investigación llevada a cabo por José Ángel Etxainz, Vicente del Palacio, Iñaki Uribarrena y Amagoia López de Larruzea, cuyo resultado ha sido publicada en el libro «El hospital militar de prisioneros de guerra de Guernika (1938-1940)», donde se recoge una relación de los presos fallecidos en dicha institución.
Amanecer 31 ha lanzado una campaña pública para recoger toda la información posible en torno a este preso, para lo cual han habilitado como canales de comunicación sus cuentas en las redes sociales Facebook e Instagram y su correo electrónico (amanecer1931@gmail.com).
José García Hernández
Nació en Águilas en 1913, siendo sus padres Ramón García y María Hernández. Como tantos otros aguileños, se vio forzado a emigrar, buscando fuera de su pueblo natal la prosperidad que en él no encontraba. Su última residencia estuvo en Alicante, donde trabajó como fotógrafo.
Enrolado en el Ejército Popular de la República, fue hecho prisionero por los militares sublevados. Enfermo de tuberculosis, fue trasladado al Hospital Militar de Prisioneros de Guerra de Guernika, donde, al igual que otros ocho prisioneros murcianos, murió el 19 de julio de 1938, a la edad de 24 años.
Hospital Militar de Prisioneros de Guerra de Guernika
Fue creado por la Inspección de Campos de Concentración, dependiente del general Franco, para internar a los presos republicanos enfermos, no heridos, que padecían enfermedades infecciosas y suponían un peligro de contagio en las cárceles y batallones de trabajadores forzosos. Se situó en el edificio que antes fue el Colegio de los Agustinos y durante la Guerra Civil el cuartel de dos batallones de Eusko Gudarostea, el ejército creado por el gobierno vasco leal a la Segunda República.
Los familiares de los prisioneros que visitaron el internado hablan de hacinamiento, mala comida, camas por todas partes, un control férreo y la prohibición de introducir comida del exterior. A todo ello hay que añadir la falta de medicamentos, un equipo sanitario deficiente y falta de atención sanitaria, que redundaba en una alta tasa de mortalidad de los pacientes allí destinados.
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